Desde temprano esperábamos el ómnibus de la Empresa Flores que venía de Lima con harta gente, sentada incluso sobre el techo. Los viajeros traían velas o cirios que mandaban preparar en las cererías del Mercado Central. Las más caras tenían adornos de luto. También traían las coronas de flores de papel, envueltas con celofán. En el pueblo elaborábamos coronas con flores naturales. Y si faltaban los soles, comprábamos las velas caseras.
Al empezar la noche empezaba el desfile en dirección al cementerio. Llevábamos las flores traídas de la chacra: dalias, claveles, gladiolos, crisantemos, amancaes... Haciendo turno llevábamos los porongos con agua.
Tumbas que durante todo el año dejaron ver el olvido recibían la esporádica visita y quedaban sin el cerco de malahierba que creció en todos esos meses.
Afuera del cementerio armaban pequeñas carpas los que venderían café y los platos más populares.
De pronto el cementerio se poblaba de gente y con ellos un sin fin de ceras encendidas calentaban la fría noche. Los niños se divertían juntando la cera derretida y les daban forma de pelotas con las que jugaban.
El tío Roberto recorría los niños y sepulturas sosteniendo un librito con las canciones y oraciones. Su voz se dejaba escuchar a gran distancia, pese a su avanzada edad. Encorvado y con la seriedad en su rostros mezclaba frases en latín y en castellano. Culminaba su visita con un padrenuestro y todos nos persignábamos.
Cuando había banda, se podía contar con responsos más prolongados. No sé por qué aprendía a tenerle miedo a esa tonada.
La noche avanzaba y bajo el negro cielo repleto de estrellas, solo los más fuertes resistíamos completar la vigilia. Los demás, de a poco salían hablando en voz baja para no ser objeto de murmuraciones. Tanto los que regresaban temprano como los que nos quedábamos calentábamos el cuerpo con copas de licor.
Una vez tuve que viajar a Lima esa noche. Desde la canastilla de un camión pude observar a lo largo del camino como los cementerios de San Bartolóme y, de Chaute que parecían pequeños fogoncitos.
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