Los fogones sobre los que se preparan los alimentos de la fiesta patronal o de navidad necesitan de mucha leña, que es el combustible ancestral.
Cada año los comuneros encargados de las festividades se desplazan a remotos parajes en busca de los cochos, que así se llama a los troncos de los cactus centenarios. Una cualidad de este tipo de leña es el rendimiento y sobre todo porque no desgasta las pailas con su calor, aunque cuando está encendido es propenso a la humareda. La apariencia de esos troncos es especial porque son tubos encorvados de aproximadamente una pulgada y media de grosor. Destacan los hoyos simétricos que rodean su cavidad. para extraer esos troncos se necesita una barreta de acero, machetes con buen filo y una buena hacha. Cuando todo está cortado en el tamaño apropiado se arman las cargas, es decir que se agrupan los leños que podrá resistir el asno que transportará la leña hasta el pueblo. Con gruesas cabuyos o guacuras se sujetaban los tercios de leña.
La tarea de ubicar, extraer y picar los cochos puede tomar más de un día. Y se necesita una gran cantidad de burros para llevar el preciado combustible. Es evidente que las costumbres antiguas propiciaban el trabajo solidario y a falta de radio o equipo electrónico florecía la inspiración artística. Los hombres cantaban mientras trabajaban y se daban ánimo silbando y bromeando, mientras las mujeres se esmeraban en preparar el reparador patache y, si había presupuesto, se añadía la preparación de un segundo plato.
A pesar que los molles abundan en las quebradas de las zonas más bajas del pueblo, se prefería usar cochos como leña, porque el molle daña las pailas.
Actualmente se combina el suo de cochos, que cada vez son más escasos, con leños de eucalipto.
la comida de la fiesta tiene ese sabor especial porque la comida que se cocina con leña es más sabrosa.
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